miércoles, 16 de enero de 2008

¡Qué tiempos!

Nos pillaron tarde a la mayoría, los años 80... para cuando queríamos darnos cuenta, ya se habían ido...

Fueron unos años curiosos, desde luego. Triunfaban el Coche Fantástico y el Equipo A, el terrorismo y el calentamiento global eran problemas lejanos, y todo se basaba en pasarlo bien. Estaban de moda las cazadoras vaqueras, los pantalones ajustados, y los peinados que uno sólo puede conseguir metiendo los dedos en el enchufe.

Los móviles eran algo que sólo los empresarios ricos podían permitirse, Internet apenas unía a unas cuantas universidades y empresas, y lo más en videojuegos era el Space Invaders.

El Muro de Berlín caía, y la Unión Soviética dejaba de existir.

Pero, sobre todo, sobre todo, había buena música, y, maldita sea, a la gente (¡¡chicas incluídas!!) le gustaba el ROCK!!!




Bueno, y ahora... todo aquél que me vea está ahora moralmente obligado a invitarme a una cerveza aquí en Logroño en el Mojito, y a pedirle al del bar un tema de los Scorpions. Como mínimo :)

¡Arriba esas guitarras!



lunes, 7 de enero de 2008

Blanco

Siete grados bajo cero. Niebla. Apenas se ve a más de diez metros. La humedad se condensa en mis gafas, en forma de gotitas de agua. El viento es frío y aúlla en mis oídos. Sólo oigo eso, junto con mi fuerte respiración, y el sonido de mis esquís cortando la nieve.

Exhalo vapor por la boca, y éste rápidamente se condensa y se pierde arrastrado por el aire. Pese al frío exterior, noto cómo todo el cuerpo me suda. Mis piernas duelen ante el esfuerzo; mis pies se quejan por la presión de las botas.

Pero no puedo hacer caso.
Sigo a mi compañero de cerca, a tres metros. No me atrevo a despegarme de él por miedo a perderle. Él va marcando el camino, porque no vemos los postes que indican los bordes de la pista. Estamos solos. Nadie más ha subido en el telesilla, y todo el mundo ha bajado ya, al ver que se acercaba la niebla. Quizás hubiese sido más prudente quedarse abajo. Las pistas cercanas están cerradas ya. Pero no hemos podido resistirnos. Es como una pequeña aventura.

Apenas sí se puede ver la forma de la nieve sobre la que me deslizo. Alguna bañera ocasional hace que despegue ligeramente del suelo; alguna otra me fuerza a frenar tan bruscamente como mis piernas me lo permiten. La nieve se levanta y se arremolina. Un giro a la izquierda, otro a la derecha. Mi respiración furiosa, por la boca. El sudor, el cansancio. La niebla. Vas bien, sí, tranquilo que te sigo. Y nieve. Sobre todo, mucha nieve.




Me encanta.


Me encanta porque todo mi cuerpo, todos mis sentidos están puestos en deslizarme, en no perder a la figura que delante de mí me marca el camino, mientras me deslizo veloz. Me encanta porque noto cómo el mundo desaparece cuando gano velocidad. Porque el aire que entra con tantas ganas en mis pulmones es frío y limpio. Me encanta porque estoy en contacto con la naturaleza, blanca, hermosa, y poderosa. Porque mientras controlo que mis esquís vayan paralelos y no pierdan el equilibrio, porque mientras clavo mi bastón en la pendiente para mantener el control en un giro, me siento libre.
Me siento libre, tan libre como nunca me he podido sentir.

Y es algo que me encanta.



Adoro esquiar. El problema es que ahora tengo mono...