El proceso de convertirse en ingeniero de telecomunicación implica una grandísima cantidad de conocimientos técnicos, pero más allá subyace un campo tanto o más importante: La formación humana. El ser capaz de aguantar presión, frustraciones, trabajo, exámenes, y, sobre todo, profesores.
Y no me refiero al estereotipo de profesor duro, que confunde prestigio con número de suspensos. Esos también, pero no esta vez. Me refiero a los profesores que no muestran ningún tipo de respeto a sus alumnos.
Pongámonos en situación: Lunes por la mañana. Una asignatura que no nombraré, un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme. Entra en la clase, serio, amenazante.
- ¡No quiero ver nada en las mesas!
La gente se cuadra cual pelotón de soldados. En cuestión de segundos, todas las mesas están despejadas. El profesor continúa.
- Buenos días.
Y reparte una hoja con dos breves ejercicios. Diez minutos. Seiscientos segundos, ni uno más.
- ¿Alguien me deja un peluco?
Todo en este mismo orden. Y el "buenos días" suena más que forzado.
Yo estoy a su lado, pero por supuesto no hago ni ademán de dejarle mi... "peluco". La prueba comienza, y después, la clase. Dos horas después estoy saliendo del aula, y veo cómo una alumna se le ha acercado para preguntarle una duda. Sólo capto una frase del personaje:
- ¡¿Pero esto qué coño es?!
Literalmente. La gente se queda mirando. Yo me voy; no puedo aguantar más.
Este tipo de personas me trae muchas cosas a la cabeza. La primera, insultos y variadas maneras de causar dolor de forma lenta. Pero normalmente me dura poco. Luego lo intento razonar: Quizá tenga un mal día... o una mala semana... o una mala vida. No sé. Quizá le ha dejado la novia. Quizá haya vuelto a fumar. Yo qué sé. Pero no importa.
Comprendo que seamos malos estudiantes. Que cada vez venimos menos preparados. Que la gente habla en clase (y no me incluyo, de manera deliberada). Cualquier cosa. Pero es que estamos hablando de respeto, señores. Estamos hablando de respeto entre personas adultas, que además casualmente están pagando el sueldo de dicho profe.
Y es que, lo siento pero me cabrea sobremanera esa gente que se cree que puede mirar por encima del hombro a los demás por tener un cargo o título. Más aún cuando se trata de un profesor. Porque un profe tiene que saber qué enseña; tiene que saber enseñar, y sobre todo, tiene que querer enseñar. ¿Quién puede querer enseñar cuando falta a las más básicas normas de civismo?
Me cabrea, me cabrea muchísimo ver a semejante gente. Pero supongo que, como decía al principio, es parte de la formación. Eso sí, el día que apruebe -confiemos que sea en junio- le miraré yo por encima. Y no le diré nada, pero lo pensaré alto y claro en mi interior: Te he ganado, miserable. No has podido conmigo.
Como colofón final, si habéis llegado hasta aquí, una canción para terminar de desahogarme: Flyleaf (grupo genial que he descubierto recientemente), con un título que viene como anillo al dedo, de ahí que lo haya escogido: I'm so sick.
Sed felices.